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25 de diciembre de 2024

20 años después: Las lecciones que dejó el gran tsunami de Indonesia

El 26 de diciembre de 2004 un sismo de magnitud 9,1 frente a las costas de Indinesia, generó un tsunami que en su recorrido por doce países con costas hacia el Océano Índico causó la muerte de 250 mil personas. El impacto de la catástrofe representó un desafío enorme para la Gestión del Riesgo de Desastre (GRD) a nivel mundial y por lo mismo vino a reconfigurar los sistemas globales de preparación, detección y respuesta a los desastres. A 20 años del evento, expertos de todo el mundo han debatido sobre las lecciones aprendidas y hay consenso en que hoy las consecuencia de este evento habrían sido menores en términos de vidas.

La principal lección fue que todos los países debieran tener un sistema de alerta temprana robusto, pues permite a la población adoptar acciones de evacuación. En 2004, sin sistemas de alerta temprana, pocos supieron interpretar lo que se avecinaba cuando el nivel del agua bajó de forma repentina dejando a descubierto el fondo marino. Uno de los comportamientos del mar que avisan de los tsunamis y que atraen a los curiosos hacia una trampa mortal. Una población que está bien educada y entrenada para reaccionar, hace la diferencia. De hecho, la niña británica Tilly Smith, de entonces 10 años y que había estudiado los tsunamis dos semanas antes, alertó a su familia y a una decena de turistas de evacuar al ver primero el mar revuelto con mucha espuma y luego el retroceso del océano. Todos sobrevivieron en la playa de Mai Khao de Phuket (Tailandia) aunque ellos no habían sentido el sismo.

Una respuesta concreta ha sido la creación de un sistema internacional para monitorear la actividad sísmica y los océanos. Son varios los gobiernos que han desarrollado un modelo mundial de información sobre tsunamis conocido como «Sistema de Reporte y Evaluación de Tsunamis en el Fondo Oceánico» (o DART, por sus siglas en inglés) que actualmente cuenta con 74 boyas en los océanos, las que sirven para informar rápidamente a los distintos países si es que detectan un movimiento peligroso.

Sin embargo, los sistemas de alerta temprana por sí solos no son suficientes. Se necesita hacer campañas de educación y concientización de la población, acompañados de ejercicios de simulacros de evacuación y planes de respuesta ante desastres, porque aunque la localidad quede destruida, lo importante es que los residentes puedan evacuar a zonas seguras. Hay que destacar que el paso del tiempo puede erosionar la memoria de las mejores prácticas en lo que respecta a la preparación de la población ante desastres, por lo que el rescate de los eventos anteriores en una zona, ayuda a mantener a las nuevas generaciones preparadas.

Actualmente, en Indonesia y Tailandia todas las escuelas cuentan con un programa de educación ante desastres y llevan a cabo simulacros periódicos de tsunamis; así como se crearon mecanismos de coordinación y colaboración entre agencias gubernamentales y la comprensión de que las culturas y prácticas locales debían respetarse y tenerse en cuenta.

La sabiduría local combinada con los enfoques científicos modernos fortalece las estrategias de prevención, y los expertos lo tienen claro. Las lecciones aprendidas tras ese 26 de diciembre de 2004 han permitido que, 20 años después de uno de los mayores desastres registrados, los países damnificados hayan mejorado sus capacidades de actuación y sus perspectivas en el caso de que una catástrofe similar se vuelva a repetir.