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24 de enero de 2024

Terremoto de Chillán: La catástrofe más mortífera en la historia de Chile y su impacto en la Salud Pública

A las 23.32 horas del 24 de enero de 1939 la tierra se estremeció bajo los cimientos de Chillán y zonas adyacentes, trayendo de golpe la muerte para casi 30 mil personas, aunque solamente 5.685 pudieron ser identificadas. Esa noche un sismo de magnitud 8,3 con epicentro en la comuna de Quirihue (82 kilómetros al noreste de Concepción y a 72 kilómetros al oeste de Chillán) destruyó el 97% de las edificaciones de esta última ciudad, al punto de que ni siquiera hubo recintos para habilitar como albergues, usándose los trenes de la maestranza de Chillán como viviendas provisorias. De inmediato, tanto el Estado como la sociedad civil se movilizaron para entregar ayuda humanitaria: evacuar a un gran número de damnificados hacia otras ciudades, colaborar en la remoción de escombros y apoyar la reconstrucción de la zona en la que ocurrió la catástrofe.

La destrucción fue de tal envergadura que solamente nueve construcciones saldrían intactas, la mayoría ubicada en torno a la Plaza de Armas. Respecto del sector salud, la situación puso en jaque todas las posibilidades de atención médica del país, especialmente por los heridos en las zonas rurales, mucha de ellas aisladas por varios días. El gobierno del recién asumido Presidente Pedro Aguirre Cerda, designó al jefe sanitario provincial de Valparaíso, médico Víctor Grossi de la Guarda, como jefe sanitario para la zona devastada; quien al mediodía del 25 de enero zarpó con destino a Talcahuano a bordo del destructor «Riquelme», acompañado por 50 profesionales de diversas disciplinas de la salud. Pocos días después, otro grupo de casi 60 profesionales de salud arribó a Talcahuano, liderado por el médico Leonardo Guzmán, todos quienes debieron asumir una titánica tarea: en las siguientes semanas, lograron dar atención médica de urgencia en casi la totalidad de las localidades afectadas por la catástrofe y evitaron la aparición de epidemias.

Entre las estrategias de acción fundamentales que se definieron y pusieron en práctica destacaron el traslado de los enfermos graves a ciudades no afectadas por el sismo; dar albergue a los damnificados y encontrar asilo permanente a los miles de huérfanos; implementar una estrecha vigilancia epidemiológica y establecer medidas profilácticas como campañas masivas de vacunación, saneamiento ambiental y cloración de las aguas. QUizás la medida sanitaria de mayor impacto en la salud mental de los sobrevivientes fue la de dar una pronta sepultura a los cadáveres, ya que el caluroso verano obligaba a hacerlo. En Chillán se cavaron dos fosas comunes de 400 metros de largo donde se enterraron los cuerpos no identificados; mientras que en Concepción los muertos fueron acumulados primero en la Plaza Independencia, desde donde fueron trasladados al cementerio y enterrados en grandes zanjas, de una cuadra de largo.

En un mensaje emitido por radio, el médico Víctor Grossi informa a la comunidad que «nuestras enfermeras recorren los barrios donde puede haber brotes epidémicos… le ruego a que tengan fe en sus autoridades sanitarias para no agravar más la situación de la población». Cuatro días después del sismo, se habían trasladados más de 100 heridos y enfermos (los más graves en avión y los crónicos en tren) a Valparaíso y 75 niños a Santiago. Se realizaron vacunaciones, depuración del agua y alimentos, organizándose un trabajo integrado que impidió acciones separadas y comandos múltiples.

Consecuencias para Chile
El terremoto de 1939 fue una obligada experiencia de coordinación de todos los servicios médicos de las provincias de Santiago, Valparaíso, Talca, Maule, Linares, Ñuble y Concepción; luego del cual se comenzó a vislumbrar la posibilidad de contar con un Servicio Nacional de Salud único que podía ahorrarse la duplicidad de funciones y esfuerzos, lo cual se concretó en 1952 y fue un cambio radical en la medicina chilena.

El alto número de muertes junto a la destrucción total de viviendas, especialmente la de los sectores más pobres, indujo al Estado de Chile a dictar una ley para regularizar los estándares de edificación; marcó el inicio de las grandes campañas de ayuda a los damnificados que serían habituales en emergencias y desastres posteriores; y también llevó a que se concretara el proyecto de creación de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), con el fin de iniciar la industrialización del país y acelerar la reconstrucción.

 

Créditos imágenes:
Fotografía 1: Archivo Nacional de DIBAM.
Fotografía 2: Servicio de Salud Ñuble.