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22 de mayo de 2024

El impacto del megasismo de 1960 en la salud pública

A las 15.11 horas del 22 de mayo de 1960 se produjo el sismo más potente que algun ser humano haya percibido jamás, registrándose una magnitud 9,5; causando la muerte de 2 mil 200 personas, dejó otras 3 mil heridas y a más de 2 millones sin hogar. Una ruptura que se extendió hasta los mil kilómetros de longitud de la interfaz de la subducción nacional, generó dos terremotos superpuestos, un maremoto y la rupción del volcán Puyehue, fenómenos que en su conjunto asolaron a 13 de las 25 provincias que en esa fecha existian en Chile. La onda expansiva del tsunami recorrió el Océano Pacífico por 15 horas, generando grandes olas que azotaron las playas del archipiélago estadounidense de Hawái, Japón, Filipinas y Nueva Zelanda, entre otros lugares remotos del planeta. El impacto del evento fue total en la vida nacional, generando cambios en diversos ámbitos que perduran hasta hoy.

Durante el Siglo XX cinco potentes sismos (Valparaíso 1906, Vallenar 1922, Chillán 1939, Valdivia 1960 y Algarrobo 1985) moldearon no sólo la geografía del país, sino también las políticas públicas en materia de desastres. La más significativa, porque ha permitido evitar un mayor número de víctimas fatales por un sismos, ha sido la constante revisión y adaptación de la reglamentación de la construcción sismo resistente que comenzó a trabajarse dede 1928. Luego del sismo de 1960 se aceleró el esfuerzo en preparación y respuesta, especialmente en materia de adoptar avanzadas normas ingenieriles de sismo resistencia más exigentes.

Desde entonces se implementaron planes y política de simulacros que durante las siguientes décadas se adoptaron como habituales en colegios y especialmente respecto de evauación de borde costero ante amenzas de tsunami. Otra consecuencia directa del sismo de 1960 fue la creación del Observatorio Volcanológico de los Andes Sur (OVDAS), dependiente del Servicio Nacional de Geología y Minas (Sernageomin) que comenzó a operar en 1966 y cuya tarea desde entonces ha sido la de monitorear en tiempo real la situación de los volcanes activos más peligrosos de Chile.

*El impacto en la salud pública
Tras casi una década de funcionamiento del Servicio Nacional de Salud la tasa de natalidad había subido hasta 38,6 por 1.000 y la mortalidad infantil que aún era elevada, había descendido a 125-127 por 1.000 nacidos vivos. No obstante las cifras eran alentadoras, los terremotos y maremoto de los días 20 y 21 de mayo de 1960, pusieron en evidencia la profunda inequidad económica, cultural y doctrinaria, al sacudir una de las zonas más pobres del país. Uno de los sucesos que generó gran impacto a nivel nacional fue el sacrificio de un niño de 7 años como parte de una ceremonia religiosa de desagravio de pobladores indígenas, que consideraban que el devastador terremoto era producto del enojo de los dioses. Afortunadamente, desde aquel trágico episodio, no se ha conocido nuevos sacrificios humanos en nuestro país.

Como ocurre en situaciones de catástrofe, donde se sobrepasa la capacidad de respuesta nacional, el Servicio de Salud por sí sólo no tuvo la capacidad de dar respuesta a toda la desolación y miseria en que quedó sumida la zona Sur del país. Por ello se recibió gran apoyo nacional e internacional para cumplir con la atención de emergencia, además de realizar labores de inmunización, educación sanitaria e higiene mental. La extrema situación que se estaba viviendo provocó «manifestaciones y estados psicológicos peculiares», tanto en la población afectada como en los voluntarios, reportándose una actitud generalizada de apatía, pero «mínima» incidencia de cuadros psiquiátricos secundarios.

Las «modificaciones psicológicas», sumadas a la insalubridad, hambruna y enfermedades infectocontagiosas que se propagaban en los albergues, además de los movimientos telúricos reiterados y la amenaza de desborde del lago Riñihue, generó tal clima de inseguridad que «provocó la salida, entre gente de recursos, de mujeres y niños, y lo que fue más grave, la evacuación masiva o indiscriminada de gran cantidad de niños humildes que fueron separados de sus madres» para acogerlos en familias o instituciones públicas. …»al parecer las madres, cuando se les describía las ventajas y buena situación que su niño iba a tener en el lugar a que fuera trasladado, accedían sin pensarlo mucho y sin hacer mayores averiguaciones sobre cuándo y cómo lo irían a recuperar».

Ciudades como Valparaíso, Santiago y Osorno recibían las caravanas de niños descalzos para «brindarles la hospitalidad amable y cariñosa que hará olvidar los trágicos días que han vivido». En un análisis de 2.030 niños que llegaron a Santiago, se confirmó la orfandad en el 0,3% de los casos, correspondiendo a 6 niños, todos ellos pertenecientes a una familia de Peulla. Destacaba que sólo 16 (0,7%) presentaron problemas conductuales «provocados en su mayor parte por desadaptación al ambiente o alejamiento de sus familiares, indicándose en estos casos el traslado de estos niños a otras colocaciones o/a la Casa Central del Consejo de Defensa del Niño, para su tratamiento».

Sin duda la intención era loable y al parecer habitual en las campañas de protección de los menores, como ocurriera en situaciones de guerra o epidemia, ejemplificado por los preventorios, que tuvieron su apogeo a mediados del siglo recién pasado. A pesar de la aparente «normalidad» de la medida adaptada, algunos psiquiatras de la época consideraban ésta «una política desafortunada». Alberto Gallinato, por un lado, y Max Letelier junto a Francisco Barilari por otro, advertían sobre «los desastrosos efectos producidos al separar a niños pequeños del lado de sus madres» con riesgo de «provocar neurosis y otros problemas sociales, a raíz de la desadaptación». Paradójicamente el año 1939, el Dr. Victor Grossi, entonces Jefe del Servicio de Salubridad de la ciudad de Concepción, estableció como política, mientras sea posible «no desvincular a los niños de su zona y de su ambiente».

La participación de psiquiatras y salubristas quedó rigurosamente documentada en las Sextas Jornadas de la Sociedad Chilena de Salubridad de 1960. Veinticinco años después, posterior al terremoto de 1985, se describía la importancia de la intervención psicológica de la población afectada ya sea directa o indirectamente, para prevenir secuelas a largo plazo.

Parece increíble cómo la preocupación por la salud mental y emocional de los niños ha ido ocupando cada vez un lugar más prioritario dentro de las actividades de rescate. No obstante, aún queda como tarea el desarrollo de estrategias de atención post desastre que sean implementadas desde un enfoque de derechos, a las necesidades de la población afectada33, evitando la desorganización y sobre-intervención.

*FUENTE: Schonhaut B, Luisa. (2013). «Terremotos, solidaridad y movilización nacional». Revista chilena de pediatría, 84(1), 20-25. https://dx.doi.org/10.4067/S0370-41062013000100003

VER NOTA DE LA BBC SOBRE EL SISMO DE VALDIVIA.